Anhelo lo que he perdido
Por algo que nunca podré ser.
Encubro el horror de lo que soy
Y rezo para que tú nunca me puedas ver.
Él estaba sentado en su silla favorita delante del fuego, contemplando las llamas, sin verlas. Ella había invadido su casa, sus pensamientos, sus sueños. Nunca antes una mujer le había afectado de ese modo, Atrapándolo durante cada instante de vigilia, atormentándolo con su cercanía. Pasaba sus noches rodando cerca de su habitación, observándola, escuchando su respiración, los latidos de su corazón, el sonido de la sangre fluyendo a través de sus venas. Siempre olía a flores. Aun cuando el hambre yacía adormecida dentro de él, se sentía tentado más allá del límite de su control para poder resistirse a tocar la suavidad de su mejilla, para pasar sus dedos sobre sus labios e imaginar su boca en ellos.
Ella era tan bella, esa niña-mujer que correteaba por su casa durante el día y le mantenía en vigilia durante la noche. Conocía sus pensamientos, oía las lágrimas que algunas veces derramaba por la noche. Le complacía satisfacer cada uno de sus necesidades, vestirla con ropas finas, proveerle las mejores comidas y vinos que pudiera comprar el dinero. Se enorgullecía de su habilidad para aprender, y ordenó comprar los libros y la música que creía que le gustarían.
Era lo mínimo que podía hacer, pues ella le daba la vida, y no importa cuánto hiciera, nunca podría recompensarla por eso.
Supo el instante en que se quedó dormida. Oyó el cambio en su respiración, sintió un cambio en la casa misma, como si la vida se apagara mientras dormía.
No iría a ella esta noche. Iría a las calles y aliviaría allí su anhelo. En el mismo momento en que el pensamiento le cruzó por la cabeza, supo la mentira que era. Ya se estaba encaminando hacia allí, su inocencia llamándole, la única luz en la oscuridad de su existencia.
Silenciosamente, subió las escaleras y abrió la puerta de su cuarto. Cada noche cerraba con llave su puerta, pero ningún cerrojo le impediría entrar.
Y al instante, estaba de pie al lado de su cama, contemplándola. Era una noche caliente, y había apartado las sábanas. Su camisón se le había subido, exponiendo sus largos y delicados muslos.
Su cuerpo resucitó a la vida, el hambre y el deseo azotándolo mientras se sentaba a su lado en la cama.
Estaba inclinándose sobre ella cuando se dio cuenta de que estaba despierta y le miraba fijamente.
Segura de estar soñando, Rhianna cerró sus ojos y los volvió a abrir. La figura alta y oscura todavía estaba allí, cerniéndose sobre ella, como si fuera una sombra en la noche.
-“¿Lord Rayven?”. No podría ver su cara en la oscuridad, pero de alguna manera sabía que era él.
-“Duérme, Rhianna" dijo.-"Estas muy cansada. Tus párpados te pesan tanto, que ya no puedes mantenerlos más tiempo abiertos.”
-" No."
-"Duerme, dulce Rhianna. Dormir es lo que necesitas”.
Su voz, era profunda y melódica, envolviéndola como si de un suave capullo se tratara.
Sus párpados cayeron pesadamente, y se encontró siguiendo un estrecho sendero a través de la oscuridad. Trató de retroceder, pero sus pies no la obedecían. Su corazón latía velozmente; podía oír el murmullo de su sangre corriendo por las venas mientras se acercaba, preguntándose quien la aguardaría esta noche entre las sombras, el hombre que la estrechaba entre sus brazos y la sujetaba como si fuera un precioso regalo, o el que devoraba su carne. ¿Se despertaría sintiéndose amada y protegida o sollozando de terror? ¿O quizás sería ésta la noche de la que ya jamás despertaría? ...
Se despertó ante el sonido de sus propios sollozos. Desorientada, miró a su alrededor, su pulso calmándose gradualmente cuando se percató de que la pesadilla había terminado y estaba a salvo en su cuarto.
Miró hacia la puerta. La llave estaba todavía en el cerrojo. Sólo había sido un sueño, y pero realmente había sido tan vívido, que habría jurado que Lord Rayven esta noche había entrado en su cuarto, que se había despertado y le había encontrado sentado a su lado en la cama, resplandeciendo sus ojos con una luz siniestra mientras la contemplaba y se inclinaba sobre ella.
Rhianna negó con la cabeza para aclarar las imágenes de su mente. Simplemente había sido un sueño. Eso era todo lo que había sido, simplemente un sueño. Apartó un mechón de pelo de su cuello cuando sus dedos se detuvieron al encontraron algo parecido a la picadura de un insecto.
Pasó el día en su cuarto y trató de estudiar sus lecciones, pero no podía concentrarse. Trató de tomar una siesta, pero el sueño la eludió. No tenía apetito para almorzar.
Bevins pasó por su cuarto varias veces, su frente arrugada con preocupación. Una vez, le pidió que le mirase las marcas en su cuello. Una sombra pasó por encima de sus ojos mientras examinaba las diminutas heridas. No es nada, señorita, le había asegurado. Una picad de algún insecto. Perfectamente inofensivo.
Al atardecer, dejó a un lado su letargo, tomó un baño, y se vistió para cenar.
Bevins había terminado de servir el primer plato cuando Rhianna sintió un repentino hormigueo. Mirando por encima su hombro, vio a Lord Rayven de pie en el umbral de la puerta, vestido como siempre de negro impecable.
-"Su Señoría". Empezó a levantarse, sobresaltada por su inesperada aparición, inquieta por el hecho de que él era un hombre que poseía títulos y propiedades, y ella no era nada más que su criada, no importaba que nunca tuviera que servirle.
Hizo un ademán para que permaneciera sentada mientras él también se sentaba en el otro extremo de la mesa frente a ella.-“¿Te importa si te acompaño?”.
-"Claro que no. Después de todo esta en su casa”.
Ella jugueteó con su servilleta mientras él reclinaba en su silla. Un momento más tarde, Bevins entró en el cuarto con una jarra de cristal y una copa, que depositó frente a Rayven.
-"Gracias, Bevins," dijo Rayven.- "Eso es todo”.
-" Como usted guste, Su Señoría. Buenas noches, señorita”.
Cuándo estuvieron solos de nuevo, Rayven estudió la cara de la muchacha, notando las profundas ojeras debajo de sus ojos.
-“¿Te encuentras bien?”.
-"Sí, Su Señoría".
-“¿Eres feliz aquí"?
Mientras desviaba su mirada dijo: -“No estoy descontenta, Su Señoría". Señalando las bandejas llenas de carne y aves de caza en el centro de la mesa, dijo: -“¿Desea comer algo, Su Señoría? Bevins es muy buen cocinero”. Sintió que sus mejillas se arrebolaban.-"Aunque supongo que no es necesario que yo se lo diga".
Una sonrisa débil gravitó sobre sus labios.-“No, gracias. ¿Cómo van tus lecciones?”.
-"Bastante bien, creo. Bevins dice que tengo un talento innato para la música, pero es la lectura lo que más me gusta”.
-“¿De verdad?”.
-“¡Oh, sí! Los cuentos de valientes caballeros y bellas damas, de tierras lejanas, dragones y brujos”.
Las manos de Rayven se cerraron con fuerza en su regazo mientras observaba su rostro, tan lleno de vida, tan expresivo. Tan joven. El calor fluyó a través de él mientras ella seguía hablando, con su voz llena de excitación por sus muchos descubrimientos. ¿Alguna vez en toda su vida, había sido él, tan joven, había estado tan hambriento por aprender?
Rhianna se mordió los labios, repentinamente consciente de la mirada de Rayven fija en su rostro. Sus ojos, oscuros como la niebla de medianoche, parecían llegar hasta el mismo fondo de su alma.
-"Yo... Lo siento" tartamudeó.-"No quería cansarle con mis historias. Debo parecerle una tonta”.
-"De ningún modo. Quizá... " Él aspiró profundamente. "¿Querrías esta tarde leer algo para mí en voz alta?".
-"Oh, yo... Todavía estoy aprendiendo. Me temo que usted pronto se aburriría".
-"Me complacería mucho, Rhianna".
-"Muy bien entonces, si está usted seguro”.
-"Muy seguro".
-“¿Querría tomar un vaso de vino, Su Señoría"?
Cuando asintió, ella levantó la jarra y llenó su vaso, notando, por primera vez, que el vino era rojo oscuro. Como la sangre.
Las puntas de sus dedos rozaron los suyos cuando él tomó el vaso de su mano. Se sintió alarmada al notar como saltaban pequeñas chispas de calor de su piel a la de ella, desordenadas imágenes llenaron su mente, imágenes de un hombre contorsionándose por el dolor, sangrando, gritando.
Tan rápidamente como habían aparecido, se fueron, dejándola preguntándose si lo había imaginado todo.
Rayven se reclinó en su silla, mirando fijamente su rostro. ¿También la había notado ella, la chispa que había saltado entre ellos? Había vislumbrado un manantial de esperanza en su interior, un anhelo por una casa y una familia propia, nostalgia por la casa que había dejado atrás. ¿Pero qué era lo que ella había percibido de él?
Rhianna tomó un profundo aliento, insegura por la tensión entre ellos.
-“¿Le importa si comparto su vino?”.
-"Dudo que te guste".
Ella miró el oscuro líquido de la jarra, entonces cogió un vaso, y se lo llenó de agua.
-“Termina tu cena, Rhianna,"dijo. -"Necesitas mantener tus fuerzas".
-“¿Por qué? Nunca hago nada más extenuante que tocar el piano”.
-"Pero tienes hambre”.
Obedientemente, cogió su tenedor y empezó a comer. Después de todo, realmente tenía hambre.
Más tarde, él se sentó en una silla ante el fuego, sorbiendo de su copa, mientras ella leía en voz alta. Una y otra vez, ella miraba en su dirección, esperando que diera señales de estar aburrido o dormido, pero siempre le encontraba observándola, sus ojos negros insondables ardiendo con un extraño fuego, un calor más caliente y más penetrante que el que irradiaban las crujientes llamas de la chimenea.
-“Hablame de ti" dijo, asombrándoles a ambos.
-"Hay pocas cosas que contar, Su Señoría. Tengo a cuatro hermanas, todas más jóvenes que yo". Su voz se volvió amarga.-"Mi padre me vendió. Seguramente eso le dice a usted todo lo que necesita saber".
-“Eso me dice que él necesitaba el dinero".
-"Pudo haber vendido su caballo".
Una sardónica sonrisa curvó los labios de Rayven. –“¿Y arrastrarías tú el arado en el lugar del caballo?”.
Ella levantó su barbilla provocadoramente.-"Ya lo he hecho antes".
Su admisión pulsó una fina cuerda en su interior. Orgullosa, a pesar de su pobreza era orgullosa.
-"Nunca tendrás que hacerlo de nuevo".
-“¿Por qué me compró usted?
Rayven se encogió de hombros, incapaz de admitir la verdad.-“¿Tú por qué crees?”.
-"No lo sé". Su mirada se desvió de la de él. -"Creí que... creo... "
-“Sigue, ¿que fue lo qué creíste?”.
-"Nada".
-"Dímelo”.
Ella oyó la fría orden bajo sus palabras expresadas con delicadeza.
-"Creí que usted me compró para que no tuviera que desnudarme delante de los demás".
-"Eres muy perceptiva dulce Rhianna".
-“Si no fue por eso, ¿entonces por qué? Usted nunca... " El rubor subió por sus mejillas, y agachó su cabeza mirando el libro.
-“¿Nunca voy a tu cama?”.
Ella no alzó la cabeza, pero asintió.
-“¿Y eso te molesta?
-"Oh, no," dijo rápidamente. No la molestaba, no realmente, aunque le tocaba un poco en su orgullo, el pensar que la encontraba tan desagradable que le era completamente indeseable.
-"Rhianna, mírame”.
Lentamente, alzo su mirada, fijándola en su rostro.
-"Eres una mujer muy bella " dijo quedamente. -"Pero eres muy joven. Demasiado joven para mí". Sus manos se cerraron con fuerza en su regazo.-“Alégrate de que no vaya a tu cama". Un escalofrío la recorrió mientras su mirada la atrapaba.
-"Si lo hiciera, no te gustaría lo que ocurriría".
Ella se quedó mirando sus ojos fijamente, atrapada en su oscuridad, en una helada oscuridad, pero que a la vez era más caliente que una llama. Fue como investigar la eternidad, pensó en una oscura laguna mental interminable llena de tal anhelo que quiso llorar.
Mascullando un juramento, Rayven se puso de pie.
-“Vete a dormir, Rhianna," dijo de manera concisa.
Asustada por el revuelo hirviente en su voz, se levantó y corrió hacia su cuarto. El pánico prestó alas a sus pies, y subió rápidamente las escaleras hasta su dormitorio. Dentro, cerró con llave y se derrumbó en la cama, sintiendo que había escapado, de algo, aunque no sabía a ciencia cierta de qué.
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